Sigue la escalada de violencia y horror en Arauca, una región en la que a diario se registran actos terribles como asesinatos, secuestros y acciones terroristas en medio de una confrontación entre grupos armados ilegales que andan entre Colombia y Venezuela.
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Los habitantes de los pueblos y veredas de ese departamento están pagando con sangre una lucha por las economías ilegales y la intimidación que ejercen las disidencias de las Farc y el Eln, las cuales están enfrentadas entre sí a muerte, mientras muchos piden una mayor contundencia del Gobierno.
Una guerra candela
Para entender la guerra que se libra en Arauca, Néstor Rosanía, director del Centro de Estudios de Seguridad y Paz, señala que hay que tener claro que el conflicto se ha transformado entres niveles a lo largo de la frontera colombo-venezolana.
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Así, ya se dejó de lado la ideología de guerrillas asociadas a la izquierda y ahora el foco es por el control de economías ilegales (extorsiones, minería y narcotráfico), pero además estos grupos ya pasaron de la dinámica de ocultarse en Venezuela a delinquir en ese territorio con la venia del régimen chavista.
Por su parte, Ariel Ávila, subdirector de la Fundación Paz y Reconciliación, explica que el actual conflicto está entre el frente Domingo Laín del Eln, liderado por Gustavo Giraldo, alias Pablito, y las disidencias del frente Décimo de las Farc, comandado por Jorge Jiménez, alias ‘Arturo’.
Aunque Rosanía advierte que esto no fue siempre así, pues recién arrancaron estas disidencias a retomar sus acciones delincuenciales en el territorio araucano, lo hicieron de la mano con el Eln, pero la constante fragmentación por la ambición hace que estos aliados terminen volviéndose enemigos.
Una lucha con civiles de por medio
En menos de 48 horas, el líder comunal Herman Naranjo (arriba) fue secuestrado en Tame (Arauca) y posteriormente asesinado por un grupo de infames hombres armados.
Mientras que en la madrugada de ayer, una carga explosiva fue activada en Fortul por el Eln al momento en que una patrulla del Ejército pasaba allí, acto que cobró la vida del soldado de 29 años Edilson Roncancio.
Con estos crímenes, el país alcanza la dolorosa cifra de 70 muertes de civiles y militares en esta guerra sin cuartel.
“Estamos viendo las consecuencias de una guerra en donde hay un ‘empate técnico criminal’, y como ninguno de estos grupos armados se impone al otro, la guerra se degrada y se traslada a la población civil”, explica Ariel Ávila, quien afirma que la intención es generar pánico, “para que las personas no brinden apoyo al otro grupo armado”.
A esta explicación, Néstor Rosanía agrega que las bandas delincuenciales ven en los líderes sociales y de restitución de tierras a un obstáculo para poder manejar a su antojo los corredores para el tráfico de armas, drogas y otros negocios ilegales.
¿Hay ausencia del Ejército y el estado?
Para Ariel Ávila, el Gobierno ha cometido dos errores en medio de este desastre. El primero es la ausencia de un diálogo mínimo entre el régimen de Maduro y el Gobierno para trabajar de manera conjunta; y en segundo lugar, “el Ejército no ha podido adaptarse a las dinámicas de seguridad rural y están enfocados en proteger la infraestructura del oleoducto Caño Limón – Coveñas”.
Por su parte, Néstor Rosanía explica que las Fuerzas Militares quedaron estancadas en un estilo de combate de la década de 1990, en la que las guerrillas se movilizaban en grupos grandes de milicianos, mientras que hoy en día son cuadrillas de 10 terroristas, en su mayoría francotiradores que se mueven muy rápido en el terreno, por lo que movilizar a grandes batallones es lento y poco efectivo.
Además, “infortunadamente hay una ideologización dentro de las FF. MM., en donde todo se centra en proteger los ideales de derecha, y todo aquello que de alguna manera no esté alineado con temas como la propiedad privada no les interesa protegerlo, de ahí que no haya mayor protección para los líderes sociales”, afirma Rosanía.
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