Miércoles, 17 Abril 2024

Que no lo trasnoche el cargo de conciencia
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¿Cuándo nos remuerde la conciencia? Cuando la voz interna del cerebro nos dice que algo no está bien, mientras nos estamos ‘divirtiendo de lo lindo’.

¡Bueno! Esa es la definición simpática del asunto. Lo aburridor es que de ese ‘parloteo’ interior jamás podremos escapar, porque la conciencia está tatuada en cada uno de nosotros. Está ahí para que cada quien rija sus propias acciones y se haga a cargo de las consecuencias.

Si bien actuamos de acuerdo con lo que creemos, con la conciencia nos damos cuenta de lo que pasa dentro de nosotros en un momento determinado y, además, nos ubicamos lo suficiente como para saber dónde estamos parados. En ese orden de ideas, cuando procedemos mal, la conciencia suele pesar más que el cemento.

Que no lo trasnoche el cargo de conciencia ¿Cuándo nos remuerde la conciencia? Cuando la voz interna del cerebro nos dice que algo no está bien, mientras nos estamos ‘divirtiendo de lo lindo’.

¡Es cierto! Cuando hacemos algo indebido, la conciencia no se cansa de recordarnos que la hemos embarrado. Si bien hay excusas y en más de una ocasión proyectamos una ‘imagen correcta’ ante los demás, por encima de esas apariencias y la retórica, la conciencia aparece como un espejo que nos pone frente a frente.

Herir los sentimientos de alguien, comportarnos de una manera egoísta y faltar a la palabra, entre otras acciones, hacen que nos remuerda la conciencia.

Es tremenda la culpa interna que experimentamos cuando actuamos así. Cometer un error, siendo conscientes de ello, es algo que siempre nos taladrará el alma.

Que no lo trasnoche el cargo de conciencia ¿Cuándo nos remuerde la conciencia? Cuando la voz interna del cerebro nos dice que algo no está bien, mientras nos estamos ‘divirtiendo de lo lindo’.

No podemos negar que hemos sentido un extraño pesar por haber causado algún perjuicio. Cuando eso sucede, las recriminaciones internas nos invaden y nuestra alma empieza a ser confrontada con la verdad.

Y por no admitir de manera pública que hemos fallado, mantenemos reprimido todo ese malestar, al punto de que no podemos conciliar el sueño. Algunos incluso llegan a enfermarse.

Nunca será fácil aceptar que nos equivocamos, pero si nos armamos de valor y estamos dispuesto a restaurarnos, habrá chance de sanarnos. Tampoco es preciso castigarnos por lo hecho. Basta con hacer una sana reflexión, pedir perdón a esa persona que lastimamos, tener voluntad de recomenzar y adquirir el compromiso de no reincidir.

Por duro que sea el tema, es mejor aprender a dormir con la conciencia tranquila. ¿No le parece?

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