El debut del síndrome de Dravet suele manifestarse con convulsiones relacionadas con la fiebre, que a veces son generalizadas y otras veces hemiconvulsiones (afectando la convulsión a un solo lado del cerebro).
En esos primeros 12 meses de vida, y sobre todo en los primeros episodios, es frecuente confundir el síndrome de Dravet con convulsiones febriles.
¿Cómo diferenciarlos?
“Normalmente las convulsiones febriles son autolimitadas. Sin embargo, en los pacientes con el citado síndrome las crisis epilépticas son más largas (de más de 30 minutos de duración, en algunos casos) y muy continuas”, explica Javier López, neurólogo.
Las crisis febriles del síndrome de Dravet aparecen en muchos casos antes de los siete meses de vida, tienden a ser prolongadas y a repetirse en un período breve.
Además, suelen ser hemiclónicas, aunque las clónicas bilaterales o generalizadas tampoco son infrecuentes.
La temperatura que las desencadena puede no ser excesivamente elevada.
Asimismo, “en el caso de las convulsiones febriles no se trata de epilepsia, por lo que no está indicado un tratamiento crónico con fármacos antiepilépticos”.
En cambio, el síndrome de Dravet requiere medidas de prevención de la fiebre, cobertura antiepiléptica y tratamiento agresivo inicial ante la posibilidad de un estado epiléptico, así como la puesta en marcha de un programa de atención temprana.
Por eso es importante que el paciente sea tratado adecuadamente y por un especialista con la menor demora posible”.
Otros síntomas
El neurólogo añade otros síntomas que aparecen en los pacientes con síndrome de Dravet:
deterioro cognitivo; alteraciones en el desarrollo y en la interacción social; y alteraciones de la conducta y el comportamiento, como la hiperactividad”.
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