Con el cuchillo enterrado aún en el cuello, los residentes aledaños al parque de Álamos Norte (en Engativá) encontraron, en las últimas horas, el cadáver de un hombre que vestía un saco negro, un jean azul claro y unos tenis Converse negros.
La noticia se difundió rápidamente por las calles de este barrio y varios curiosos arribaron al parque, ubicado en la Carrera 98 con Calle 65, para ver si era cierto que habían asesinado a alguien de una manera tan salvaje.
Efectivamente, el cuerpo sin vida de Diego Mateo Castillo La Rotta permanecía en el andén aledaño al parque. Tenía múltiples heridas con arma blanca y el arma homicida incrustada en su cuerpo.
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Al parecer, el crimen de Diego Mateo fue a traición: uno de sus amigos le habría ocasionado la muerte, la mañana del lunes, mientras estaban hablando en el mismo lugar donde cayó su cuerpo.
“Llevo 18 años trabajando en la zona y nunca había ocurrido una calamidad de ese estilo en el parque del barrio. Estamos consternados con lo ocurrido”, le dijo ayer a Q’HUBO un trabajador de la zona.
Puñal a traición…
Eran las 5:20 de la mañana del lunes, cuando Diego se encontraba transitando a pie con un amigo cerca al parque de Álamos.
Dicen que de un momento a otro, este hombre que lo acompañaba sacó un cuchillo y comenzó a herirlo con sevicia en la cabeza y cuello. Tal parece que ambos habrían sostenido una discusión, la cual el homicida se la tomó a pecho y, lleno de ira, decidió atentar contra la vida de su allegado.
Posterior al ataque, el sujeto huyó a pie campante y hasta el cierre de esta edición se desconocía su identidad. La policía ya adelanta las investigaciones pertinentes, pues el arma ya se encontraba en la escena del crimen. Además, en la calle donde tuvieron lugar los hechos existen varias cámaras de seguridad que podrían ser determinantes para reconstruir el vil asesinato.
Producto de la consternación, una madre del sector, quien habló ayer con Q’HUBO y que a su vez dijo conocer a la familia de Diego Mateo, expresó sus condolencias y manifestó: “Los hijos deben de enterrarlo a uno y no que uno de madre sea la que los vea partir”, en solidaridad con la mamá de la víctima, quien apenas emprende el proceso del duelo por su hijo.
Del ya mencionado levantamiento perdura un pálido charco de sangre que es consumido por el cemento, al sol y al agua, donde los habitantes del barrio continúan con sus quehaceres cotidianos.
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