A las cinco de la mañana la alarma había irrumpido mi sueño del domingo, pero no por casualidad o descuido; ese día había decidido romper la rutina de una forma distinta haciendo una caminata de contacto con la naturaleza.

Y es que los bogotanos, en su mayoría, desconocemos que dentro de la ciudad hay toda clase de tesoros invaluables que podemos aprovechar sin gastar más allá de los buses, aunque realmente  ese no era del todo mi caso: opté por comprar por $20.000 un plan de caminata a la quebrada El Encanto, el cual era de algo más de tres horas por la Cordillera Oriental.

El tiempo me había alcanzado perfectamente para alistar algunas frutas y agua para la jornada, tomar un desayuno ligero y salir volado de mi casa hasta la carrera 4 con calle 63 C. En ese lugar me encontré con una amiga y unas 15 personas que se animaron a hacer algo diferente.

Permítame contarle mi experiencia para que se apunte a vivirla con su familia.

Reforestando la montaña

Todos hablaban con el guía de nuestro grupo sobre el recorrido que haríamos. Empezó por mencionar que nos encontrábamos en la entrada del barrio Bosque Calderón Tejada, uno de los tantos barrios de estrato 1 y 2 de la ciudad, pero que se encuentra a espaldas del exclusivo sector de Chapinero Alto.
La caminata empezó bordeando una cañada por donde bajaba agua ligeramente turbia, pero sin olor desagradable. Más adelante, el guía se detiene, pues para él era fundamental contarnos que a un lado del grupo estaba un árbol de Mano de oso, una de las cientos de especies de plantas propias del bosque andino.

Nuestro guía no estaba ahí por casualidad, sino porque él, quien antes había estado en el mundo de las drogas y el pandillismo, había decidido apostarle todo a cambiar su barrio, su estilo de vida y el de decenas de jóvenes en la loma.
Los muchachos, afiliados a la fundación Galería Arte, no solo se habían dedicado de manera artesanal a la botánica, sino a dejar plasmado su arte a lo largo del caño, así lo vimos en grafitis y esculturas.

Seguimos el recorrido por calles semipavimentadas y algunas escaleras de cemento, hasta llegar a la casa de doña Cecilia, una mujer que aprovecha las visitas de turistas los fines de semana para hacerse algunos pesos vendiendo un delicioso combo de agua de panela y arepuelas, o alquilando el baño de su casa.

Dos pozos, la quebrada y la virgen

Subimos por caminos rústicos de tierra y tablas. El guía nos muestra un gran pedazo de montaña mutilado y cuenta que, cuando era niño, sus papás habían trabajado explotando madera y piedra para construir varias de las obras de la ciudad, “mientras las mamás se dedicaban a las labores del hogar, ellas nos daban el almuerzo para los hombres, y cuando ya cumplíamos la labor, nos íbamos a la quebrada a nadar en los dos pozos que vamos a conocer: el pozo de La Nutria y del Ahogado, y luego llegaremos a la Cascada de las Delicias”.

Pasando los árboles de eucalipto, especie invasora traída de Australia décadas atrás para convertir a Bogotá en una ciudad maderera, llegamos al primer pozo en medio del río, con una profundidad de 130 centímetros. Varios minutos después llegamos al pozo del Ahogado, que es de 180 centímetros de profundidad, y que se había ganado su nombre por obvias razones. 

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Tras  diez minutos de caminata, llegamos a la cascada El Encanto, una larga pared de unos 20 metros de ancho y 30 de alto por donde cae una tela de agua que se forma cada que llueve en la montaña.
A modo de ejemplo, el hombre que nos lleva se abrió paso entre las piedras húmedas para llegar a un hueco detrás de la cascada y tomarse una foto única. Intenté repetir su hazaña, pero me pudo más el temor de resbalarme. 

Antes de regresar a la ciudad, el guía nos lleva a un asombroso mirador de la ciudad, allí nos contó más hechos de su vida y su relación con el bosque y de cómo a sus 40 años vive la aventura de ser padre y de enseñarle a sus hijos el valor de la naturaleza; luego fuimos a otra cascada en donde hay tres estatuas de la Virgen, un lugar que en el pasado fue venerado por indígenas y luego por colonos españoles y que tiene una energía especial. Así terminó esta gran caminata, una muy buena alternativa para un plan en nuestra ciudad.

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