Los que viven haciendo balances, midiendo resultados o comparando cifras, por obvias razones, no han tenido otra opción distinta a la de pintar en sus cuadros estadísticos flechas que apuntan al suelo o que retratan saldos rojos.
No los critico, pues esta no ha sido época fácil para nadie. Además, no podemos tapar el Sol con las manos o hacer como si nada estuviera pasando.
Más allá de esa verdad creo que hoy, más que nunca, deberíamos entender que la vida solo tiene sentido cuando hacemos que valga la pena. Total: la dirección de nuestra cotidianidad no debe apuntarle al desánimo.
Hay dos opciones ante los problemas actuales: ponernos a llorar o enfrentarlos.
Sea como sea, la forma en que asumamos los acontecimientos hace la gran diferencia. Y no creo que sirva de algo vivir acongojados por lo ‘duro’ que ha resultado este tiempo.
¿Qué logramos al quedarnos afligidos por lo que no pudo ser?
Tal vez hemos sentido que el mundo se nos acaba, pero ¿no creen que nos hemos dedicado más a lamentarnos que a pintar un mejor mañana?
Les reitero que si insistimos en hacerle un ‘monumento’ a la tristeza, nos abatiremos más. Hay que aprender a mirar la adversidad desde una perspectiva constructiva y enfocarla hacia la búsqueda de reales soluciones.
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un mejor escenario para nuestra vida. Imagen tomada de Freepik: @coolvector
En lugar de anidarnos en la desazón, démosles una vuelta a los problemas y proyectémoslos como retos antes que amenazas. ¡No es una tarea sencilla, pero no hay que decaer!
Un asunto de actitud…
Usted, yo y en general todos podemos elegir cómo sentirnos por las cosas que nos están sucediendo. Es esencial recurrir a una buena fuente de motivación, entre otras cosas, porque nos estresaremos menos y veremos todo más diáfano. Y si tenemos fe será mejor, pues de la Mano de Dios esta misión será más llevadera.
Dirijamos los pensamientos de una forma más entusiasta.
Prestémosles atención a las cosas más evidentes y prácticas de esta época que nos correspondió vivir. Si seguimos convencidos de que nada puede cambiar, dejaremos de intentar cosas.Empecemos a creer que cosas buenas nos van a suceder y, por ende, pensemos en que tendremos resultados halagüeños.
Mantengamos siempre el corazón abierto, la cabeza erguida, el espíritu optimista y sobre todo la fe intacta.
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Conectémonos con la energía del Señor. Aunque el mundo entero nos dé la espalda, Él nunca nos abandonará. Dios responde a todas las plegarias, incluso hace milagros en nuestra vida que a veces ni siquiera sabemos valorar.
Eso sí, no le pidamos que nos dé grandes riquezas ni una vida de lujos; solo solicitémosle que nos permita estar con lo necesario para vivir feliz y en paz, con salud y al lado de nuestros seres queridos.
Seamos buenos seres humanos, tengamos misericordia con el prójimo y hagamos las cosas de la forma correcta.
Y cuando no encontremos el trayecto pidámosle al Creador, a través de la oración, que nos dé luces. Si lo hacemos, podremos sentir una tranquilidad absoluta.
Démonos la oportunidad de vivir otra vez todo aquello que nos hace felices y nunca nos demos por vencidos.
¡Ánimo y vamos para adelante!
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