Hace más de 2 décadas estaba en furor todo lo que tuviera que ver con la popular novela ‘Yo amo a Paquita Gallego’. Hasta af-iches vendían a las afueras de los colegios y muchas colegialas se derretían por tener una foto del protagonista: Andrés Juan Hernández.

Este bogotano, que hoy en día tiene 46 años, fue un galán de la televisión colombiana durante muchos años, pero hace 10 decidió hacerse a un lado para dedicarse de lleno al papel más importante de su vida, el de ser padre. 

Estuvo alejado de la televisión durante una década y exploró su faceta como empresario con restaurantes y discotecas en Bogotá. Un día se cansó de la rutina y tomó una arriesgada, pero divertida decisión de vida: irse de viaje con su esposa y sus 2 hijos en una casa rodante por toda Suramérica.

Duraron más de un año rodando y viviendo como nómadas en su carro, hasta que llegó la pandemia y la cuarentena los cogió en las calles del último rincón del mundo, la Patagonia, Argentina.

Ahora está de regreso en Colombia y en la actuación, ya que hizo 2 personajes con Netflix para retomar su carrera, en ‘Juanpis González: la serie’ y en ‘Ritmo salvaje’. Q’HUBO habló con él sobre su actualidad y esto fue lo que nos contó. 

¿Cómo fue regresar a las cámaras después de tanto tiempo, qué te encontraste?

Las cosas han cambiado mucho en la manera de trabajar, se ha vuelto mucho más comprometida, más profesional en todo sentido, las productoras le han metido más cariño, más tiempo, más dedicación y más profesionalismo a todo.

Hay grupos de trabajo más entregados y comprometidos con los proyecto y eso me atrajo de nuevo a trabajar en las producciones nacionales que hoy en día son para Netflix. Volví a arrancar, llevaba casi 10 años sin hacer nada y el proyecto de ‘Ritmo salvaje’ fue con un grupo que me atraía mucho porque son amigos (…)

Antes las producciones nacionales eran larguísimas, se iban cocinando en el camino de acuerdo con el rating, pero en estos proyectos no. Estos son más claros y saben a quiénes van dirigidos. No se deja nada a la suerte y eso es mucho más interesante. 

Cómo fueron esos días previos antes de retomar, ¿sentías que habías olvidado cómo actuar?

Muy nervioso, tenía un nivel de compromiso muy alto por el hecho de trabajar con amigos y hoy en día se trabaja muy diferente, más cercano al cine, cada cámara es independiente, se filman las cosas muchas veces, todo es más cuidado, delicado y hay que estar más preparado al momento de pararse en el set.

Uno siempre siente que las cosas se olvidan, pero al final termina siendo como montar en bicicleta, igual son muchos años de experiencia y cuando trabajas con gente comprometida, es muy fácil que las cosas salgan bien. 

Cuéntanos un poco de esos 2 personajes que hiciste para Netflix…

En la serie de Juanpis en realidad el personaje principal es Alejandro Riaño y todo gira alrededor de él, todos terminamos volviéndonos un poco extras con parlamentos. Fue simplemente un apoyo, realmente no aporté mucho, pero me parecía interesante hacer ese personaje por su compromiso social y político y los cuestionamientos de la realidad tan compleja que vivimos en el país.

A nivel profesional me parece mucho más interesante el personaje de ‘Ritmo salvaje’ porque es más construido, tiene una historia propia, se fue construyendo de la mano del director, de la productora, del resto de los actores. Me gustó mucho hacerlo.

¿Y hay Andrés Juan pa rato en la 

actuación?

Yo quedé muy entusiasmado de ver cómo se están haciendo las cosas ahora, mi relación con la profesión es más madura, han pasado años y mi visión de la vida es completamente diferente. Con este proyecto quedé muy entusiasmado, puede haber segunda temporada.

A los de Netflix le gustó mucho el personaje, entonces voy con más fuerza y vamos a ver cómo reacciona la gente con el proyecto, pero por ahora va bien. 

¿Por qué hace 10 años te hiciste al lado?

Iba a ser papá, llegó mi primera hija y me di cuenta de que se me estaba yendo la vida metido en un set de grabación y me iba a perder a mi hija, su niñez, su crecimiento. Entonces dije, tengo que replantear mi vida si quiero disfrutarla y ser parte de su crecimiento y fue radical.

Hice el último proyecto hasta antes de que naciera y hasta el día de hoy no había hecho nada y seguramente no volvería a hacer proyectos que me impliquen tanto tiempo y dedicación, porque perderme a mis hijos me parecería un sin sentido. Al final todo lo que hago es por ellos.

Estuviste un año viajando y viviendo en un carro con tu familia y les tocó la cuarentena en la calle, ¿cómo superaron ese duro momento?

Al final fue un regalo de la vida, porque terminamos en un lugar muy especial en la Patagonia, con una gente muy generosa. Terminamos quedándonos 5 meses en la mitad de la nada y para todos fue un cambio radical de nuestras costumbres, volviéndonos campesinos.

Afortunadamente los niños durante esos meses estuvieron aislados de todo el miedo que implicó la pandemia. Estuvieron esos meses sin saber lo que era un tapabocas, en medio del lugar más hermoso del planeta, entonces fue una experiencia muy bonita para todos. Hubo una angustia muy grande al ver todo lo que estaba pensado, pero si el mundo se iba a acabar, estábamos en el mejor lugar posible. 

El solo viaje es una anécdota grandísima, ¿pero recuerdas algo en particular que te haya marcado en esa experiencia?

Pues imagínate, pasé de estar en el viaje más divino de mi vida, en los lugares más hermosos del planeta, a estar paleando estiércol a cambio de un techo. La gente que nos recibió nos abrió las puertas de sus casas, pero nos dijeron: ‘Ustedes no se pueden volver una carga para nosotros, porque acá todos trabajamos y todos tienen que participar en el día a día de la finca.

Acá está su motosierra, sus herramientas y allá está el bosque para que vayan y traigan leña. Tienen 3 semanas para recoger la leña de todo el invierno, nosotros estamos preparándonos para el invierno hace años y a ustedes les quedan un par de semanas’. ¡Entonces imagínate la angustia cuando nos dijeron que para ellos el miedo no era COVID! El miedo era que el invierno ya venía y había que estar preparados para todo lo que implica estar completamente aislados en la Patagonia. Fue una experiencia bien especial.

¿Cómo fue el tema de la educación con tus hijos y cómo es la crianza?

Para nosotros como padres ha sido fundamental que ellos le den importancia a las cosas que realmente la tienen, a ser generosos, a ser curiosos, a tener un desprendimiento material y que estén más conectados con el amor y el conocimiento.

No somos religiosos, pero de alguna manera somos muy espirituales y el viaje precisamente fue para desligarnos, para desacomodarnos y que no pensaran que todo estaba solucionado, sino que de alguna manera hay que reconectarse con lo que realmente importa.

A la mayor la desconectamos del colegio, entonces le hicimos homeschool (escuela en casa) y el viaje se volvió un gran aprendizaje de culturas indígenas, de historia, de geografía. El contacto con diferentes tipos de personas, de razas, de culturas, para todos fue un gran aprendizaje, pero sobre todo para ellos.