Es probable que en su vida se encuentre con alguna situación insospechada y difícil que le haga desvanecer el ánimo.
Cuando eso le ocurre, es relativamente ‘normal’ que se sienta desesperanzado; es más, es probable que se cuestione una y otra vez el por qué le toca enfrentar ese duro momento.
Aunque no lo crea, usted tiene el coraje y la fuerza necesaria para superar cualquier obstáculo que se le presente. Así las cosas, debe procurar entender esa circunstancia por la que esté pasando para tratar de retomar el control de su vida. Si lo hace, tendrá una perspectiva más alentadora.
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Ha de saber que, en medio de la oscuridad, también existe la luz de la aceptación. Aceptar la realidad que enfrenta, más allá de lo complicada que ella sea, es un acto de valentía, de resiliencia, e incluso de sabiduría espiritual.
Enfrentar ese miedo es la única forma de superarlo. Permítase sentir temor, pero también dése la oportunidad de enfrentarlo.
Siempre podrá recurrir a esa fuerza que yace en el fondo de su alma, la cual le ayudará a resistir los condicionantes negativos del entorno y echar la vista hacia adelante con optimismo.
Si niega o se queda maldiciendo por lo que está afrontando prolonga su sufrimiento y se queda embotellado en las esferas del aburrimiento y de la desolación.
Le aclaro, eso sí, que aceptar no es resignarse, sino reconocer que sólo cuando sea más propositivo con la realidad y la vea tal cual ella es, encontrará los mecanismos para transformarla y crecer.
Lo que aquí le planteo no es otra cosa que recurrir a esa ‘energía’ que lo impulse a salir de esa situación adversa.
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Claro está qué, para lograr ese grado de madurez, deberá confiar en usted mismo y en sus capacidades. Si está permanentemente atento a las circunstancias, el manejo de sus cosas se hará cada vez más nítido y descubrirá cómo colocar cada pieza en la posición correcta dentro del cuadro general de su realidad. Es más, casi sin notarlo, al enfrentar la crisis, aprenderá.
No en vano, los grandes triunfadores de hoy, en algún momento de sus vidas, se vieron presos de problemas a los que tuvieron que hacerles frente.
Insisto en que esta no es una oda a la resignación, sino un llamado al tesón y al decoro para asumir los retos de la vida con la mayor altura posible. Siempre se dice que el fracaso es una buena escuela, pero hacer las cosas bien también lo es.
Finalmente, quiero decirle que en todo esto no estará solo. Si tiene fe, Dios irá a su lado para apoyarlo en cada paso del camino y siempre
estará dispuesto a iluminarle el camino para que pueda encontrarle una salida a su
difícil situación.
Tal vez no pueda evitar una crisis; sin embargo, sí puede asumir una actitud resiliente para bajar la tensión que ella le genere.
Redacción: EUCLIDES KILÔ ARDILA
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