Q’HUBO le cuenta cómo puede ganarle el pulso a la tristeza.
Las condiciones actuales y los duros retos que hemos tenido que enfrentar en los años postpandemia nos han llevado a experimentar con mayor intensidad emociones tales como el miedo, la incertidumbre, la desesperanza y la misma frustración.
Todo ello ha sido difícil de asimilar y, en muchos casos, nos hemos embadurnado de una tristeza profunda.
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¡Y no es para menos!
Han sido tiempos complicados y aunque han pasado un par de años, muchos aún sienten las secuelas de esa dura experiencia que afrontamos como humanidad.
A pesar de que hemos sido fuertes, la ansiedad, los vacíos en los que hemos caído, las pérdidas de nuestros seres queridos e incluso la zozobra por lo que nos espera no nos dejan tener una gota de paz.
Esas ráfagas de tristeza que aparecen a diario pueden ser consideradas como ‘señales de alarma’, entre otras cosas, porque vivimos preocupados por la posibilidad de que nuestra vida siga trastabillando.
Nos corresponde entender que, de alguna forma, lo vivido tiene un mensaje para nosotros, el cual nos pone a reflexionar sobre cómo estamos y lo que necesitamos.
No nos podemos dejar llevar por la aflicción, así ella sea relativamente ‘normal’ y de manera literal se haya convertido en una incómoda compañera en estos duros tiempos.
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Dejemos de hacerle una ‘oda a la tribulación’, porque ella podría quedar tatuada en nuestra alma.
Si bien es cierto que hay que asumir todos estos episodios que nos han abatido, es preciso bajarle la intensidad a este estado que nos ha llevado a arruinar nuestra tranquilidad.
Yo sé que lo que estamos pasando no ha sido fácil y que tal vez así será por mucho tiempo, pero no por ello la vida deja de ser interesante.
Debemos tratar de apaciguar nuestras angustias y, en la medida de lo posible, mantener vivo el anhelo de que las cosas pronto tendrán un matiz alentador.
Lo primero que debemos hacer es admitir que esa presión inusual que tenemos con nuestro estado de ánimo sí se puede superar y, por ende, no podemos seguir amargando nuestra existencia.
Hay que recuperar la confianza en nosotros mismos para renacer. Las píldoras para los nervios nunca serán soluciones reales si no mantenemos la fe viva o no miramos hacia el frente con valentía. Reitero que debemos aceptar y reconocer la situación, pero de manera simultánea debemos tener un mayor control sobre nuestras reacciones y acciones.
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¿Qué conseguimos con estar tristes de manera indefinida?
Es mejor transformar esta época en un aprendizaje, el cual nos resultará muy útil para revitalizarnos y no desfallecer.
Resolvamos aquellos duelos no resueltos y evitemos al máximo estar expuestos a la fragilidad.
Tenemos que ponerle el pecho a la brisa, ser resilientes, volver a sonreír y pasar la página. Hay que tener claro que, más allá de que hoy la vida nos parezca incierta, todo esto pasará.
En síntesis, debemos hacer cosas para aliviar nuestra compunción y procurar sentirnos mejor. Y en ese sentido debemos tener una actitud renovadora que nos pueda ayudar a superar las cosas que nos han causado decepciones.
Aprender a afrontar la tristeza puede cambiar mucho las cosas que vivimos.
Centremos nuestros pensamientos en la capacidad, en la fe y, por supuesto, en la Misericordia que Dios desplegará para ayudarnos.
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