Desterrar el mal recuerdo de una situación penosa e incluso el de un dolor del alma no es fácil; es más, algunas personas tienden a recapitular más las cosas negativas que las positivas y, en ese orden de ideas, se atiborran de remordimientos que les impiden avanzar.
Borrar de nuestros pensamientos esas experiencias desagradables o a las personas que nos lastimaron es tal vez la única salida para no seguir sumergidos en frustraciones, decepciones o tristezas que nos roban la alegría y la paz interior.
Esos recuerdos que nos hacen sentir mal de un modo u otro deben ser erradicados.
¡Es una cuestión de salud física y mental! No podemos permitir que el pasado nos condicione el presente y el futuro, ni que nos quite la oportunidad de ser felices y de disfrutar de lo que tenemos.
¿Es difícil? ¡Es probable que sí! No obstante, sí es posible hacerlo.
La idea es proponerse, con disciplina y perseverancia, a dejar de atormentarse por lo que ya pasó y que no podemos cambiar.
En vez de fijarnos en situaciones dolorosas, centrémonos en el presente, en lo que podemos hacer para ver otra perspectiva esperanzadora y, de manera literal, para romper ese ciclo negativo del rencor que nos consume.
Olvidar no significa, de manera precisa, ‘creerse el cuento de nada ha pasado’; es saber que si el recuerdo llega a nuestra mente, no nos duela, sino que lo aceptemos como parte de nuestra historia y de nuestro aprendizaje.
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‘Olvidar’ no es lo mismo que ‘reprimir’. El olvido es más bien un ‘dejar hacer, dejar pasar’ y darle ‘tiempo al tiempo’ para que todo sane y se cicatrice.
No les prestemos atención a las cosas desagradables. Si nos mostramos indiferente ante ellas, eso traerá consigo el ‘olvido’ de manera natural.
En cambio, cuando tratamos de recordar algo feo, la causa se vuelve traumática y, antes de que nos resbale, se adhiere a nuestra cabeza y nos arranca la serenidad y la tranquilidad que tanto necesitamos.
Con nuestros pensamientos, palabras y actos podemos transformarnos para bien, garantizando un presente y un futuro más alentador.
Podemos elegir ver el lado positivo de las cosas, agradecer lo que tenemos, perdonar a quienes nos hicieron daño, pedir perdón a quienes se lo debem
os, y buscar nuevas oportunidades de crecimiento y de realización personal.
Perseveremos en el duro combate de dejar atrás las situaciones tristes; nada que nos deprima puede anidarse en nuestros corazones.
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Miremos hacia el frente, ejercitémonos en el arte de ‘pensar en positivo’ y hagamos que eso que tanto nos lastimó se diluya con el tiempo y pierda su poder sobre nosotros.
No olvidemos que, si tenemos fe, Dios restaura nuestra vida y nos ayuda a limpiar nuestra alma con sus bendiciones.
Él nos da la fuerza y la sabiduría para superar las adversidades y para seguir adelante con esperanza y confianza. Él nos ama y nos quiere ver felices.
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Si el pasado nos atormenta y los recuerdos de las situaciones desagradables del ayer nos quitan nuestra tranquilidad, debemos hacer algo para no seguir anclados en ellos.
Breves reflexiones
La espiritualidad es un proceso que no tiene fin, pues siempre es posible acercarse más y configurarse más con el plan de Dios. Por ello, se requiere de un esfuerzo cotidiano y de una constante renovación. No olvide centrarse en lo bonito de la vida y tenga claro que usted merece ser feliz. La espiritualidad es la dimensión de nuestra vida que nos conecta con lo trascendente, con lo sagrado, con lo que le da sentido y propósito a nuestra existencia. Es una búsqueda personal y libre, que implica una relación con Dios, con uno mismo, con los demás y con la naturaleza, es una forma de vivir, de sentir, de pensar y de actuar, que nos ayuda a crecer como personas y a ser más felices.
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