Estuve en un centro en donde las personas con enfermedades terminales son atendidas. Allí me agradó mucho el testimonio que dio una de ellas, justo cuando escuchó alguien que me acompañaba, decir que ‘tenía pereza porque apenas era lunes y tenía que ir a trabajar’.
El paciente replicó: “La vida es tan bella como para menospreciar el reinicio de la semana y como para estar aburrido con la oportunidad de ser útil en un empleo”.
¡Fue una gran reflexión!
Decidí seleccionar este tema para hoy, pues me parece clave que las personas busquen respuestas más profundas para desarrollar su ser interior y para lograr que su trabajo tenga un significado, uno que les brinde un propósito y sentido de bienestar en la vida.
¿Por qué habrá gente a la que se le cae el ánimo con la sola idea de cruzar la puerta de la oficina y ve su cotidianidad como una larga jornada de monotonía, de tensión y de estrés?
¡Algunos hasta se enferman!
De hecho, los casos de depresión laboral son cuadros relativamente frecuentes en nuestro medio y afectan al 26% de las mujeres y al 24% de los hombres económicamente productivos de Colombia.
Lo anterior sin contar que el malestar por un trabajo, entendido como el círculo vicioso por cumplir la jornada de ocho horas diarias en la oficina, promedia el 25% de los empleados.
Yo sé que pueden existir jefes déspotas; de pronto la gente no tiene el reconocimiento ni la promoción que espera al interior de una entidad; también sé que muchos empresarios no fomentan actividades novedosas ni ascensos para los empleados.
Pero mi reflexión no se centra en las oficinas de recursos humanos; le apunta a saber qué está haciendo cada uno de nosotros para enriquecer nuestro trabajo y darle un valor agregado. Se volvió costumbre que un empleado solo atine a maldecir por la tarea que, en el papel, ‘le toca desempeñar’.
Muchos no valoran la posibilidad que el puesto le representa para dignificar su vida.
Hoy hay más empleados tristes que antes.
¡Mucho cuidado!
Esta clase de tristeza que, de manera desafortunada suele verse en muchas oficinas, produce un efecto nefasto en la autoestima e implica una tendencia a tener pensamientos de desastre y a estancarse.
Algo peor: ese aburrimiento contagia el alma y nos vuelve pobres de espíritu.
No se trata solo de un asunto de bajo rendimiento o de la permanente presencia de fatiga y agotamiento.
Hay algo que me aterra más de este asunto y es la sensación que tiene cada empleado de ver su existencia con una tonalidad gris, melancólica y en cámara lenta.
También un hombre así se vuelve criticón, no lidera ningún proceso que le sugiera la empresa y, por alguna razón, termina resquebrajado y malgeniado.
Cada miembro de la empresa, desde el gerente hasta el empleado de menor rango, debe ser consciente de la importancia de tomarle un gran amor a su trabajo.
Si yo estoy bien, tanto mis compañeros de oficina como los demás miembros de la organización se verán favorecidos.
Aunque no lo crea este es no es solo un tema de actitud, sino también de salud mental.
Es preciso emplear técnicas para disminuir el estrés y querer su oficio.
Esta es una invitación a revisar su ambiente físico laboral, sus responsabilidades y la motivación que debe partir desde su puesto de trabajo hacia afuera y hacia adentro.
Elija a Q’HUBO Bogotá como su fuente de información preferida en Google Noticias aquí.
¿Qué tal le pareció este contenido?
¡Haga clic en una estrella para puntuar!
Promedio de puntuación 0 / 5. Recuento de votos: 0
Hasta ahora, ¡no hay votos!. Sea el primero en puntuar este contenido.