Encomendarse al Sagrado Corazón de Jesús, es una tradición de los hogares colombianos.
En las casas de nuestros abuelos era costumbre encontrar colgado un cuadro del Sagrado Corazón de Jesús en la sala, en el pasillo de entrada o en cualquier otro paredón.
Según ellos nos decían, el hogar que honraba esta imagen era bendecido por Dios y en él jamás ‘lloverían’ las penurias o las tristezas. El tema no era gratuito. Para los viejos la preservación de la familia constituía, tal y como debe seguirlo siendo, un asunto de vital importancia. Por eso ayer, hoy y siempre los hogares tienen que ser respetados.
Esa bonita costumbre, de manera desafortunada, en muchos casos se ha ido perdiendo por las muertes paulatinas de nuestros ancestros y por el desinterés de algunos papás para preservarla.
Claro está que el concepto en sí no es que haya cambiado del todo en la actualidad. No en vano siempre queremos ponerles remedios a las situaciones dolorosas de nuestras familias y, en general, anhelamos convertir cada casa en un pedacito de cielo, seamos o no creyentes.
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Siempre será bueno estar bajo la mirada de esa imagen que se encuentra en algún rincón del hogar.
Eso sí hay que anotar, sin tener presente o no el mensaje católico, que hoy vemos los matrimonios tambaleando, los hijos peleándose con los hermanos y, en más de una ocasión, la desolación entra a las puertas de muchos hogares.
Por encima del deseo que tienen muchos jóvenes de independizarse, tampoco entiendo por qué los hijos no encuentran en sus casas el ambiente propicio para desarrollarse sanamente, tanto en el orden físico como en el intelectual y el moral.
Algo de historia
He decidido plantear el tema del Sagrado Corazón de Jesús y el mensaje a la familia, de manera particular, porque el pasado viernes se conmemoró esta fiesta religiosa que, según la tradición católica, se da 71 días después de la Pascua.
Si bien la Ley Emiliani en esta ocasión hizo que este año ese día se conmemorara un día festivo (3 de julio), es importante evocar el símbolo de esta fecha en nuestra cotidianidad. Vale precisar que la historia cuenta que esta imagen está asociada a la aparición de Jesús en repetidas ocasiones a Santa Margarita María Alacoque, de la Orden de la Visitación, en Francia, entre los años 1673 y 1675.
En aquella época, la religiosa contó que el Creador le pidió a la humanidad que dedicara sus oraciones con infinita devoción al Sagrado Corazón, puesto que aquellos que lo hiciesen les serían dadas miles de bendiciones.
Según contó la monja, de esta forma obtendremos consuelo en medio de las aflicciones y el Señor bendecirá las casas en las que esta imagen fuese venerada.
Esta devoción solo se hizo popular después de la muerte de Santa Margarita María, en 1690; y la conmemoración, como tal, se estableció oficialmente en Francia hasta 1765.
El 8 de mayo de 1873 el culto al Sagrado Corazón fue formalmente aprobado por el Papa Pío IX, y 26 años después el Sumo Pontífice León XIII la promovió en todas las diócesis del mundo.
Lo que más me gusta de este relato, además del tema de la protección a la familia, es que el Corazón de Jesucristo aparece como símbolo de entrega, amor y piedad hacia cada uno de nosotros; especialmente si somos colombianos, pues el país está consagrado a Él.
Las anteriores son las tres misiones que estamos llamados a cultivar y a promover, no solo para nuestro beneficio sino también para transformar la vida y el entorno en general. Necesitamos más protección para los hogares y para nuestros semejantes a través del respeto, de la mano extendida y de la relación con nuestra propia fe.
Debemos acercarnos a la gente aceptando las diferencias, descubriendo lo que nos une a ella y, al mismo tiempo, respetando lo que nos distancia. El tema de hoy es una sana invitación a vivir una espiritualidad más aterrizada a estos tiempos y, de manera especial, que esté centrada en la aceptación y con una fe que quiera despertar el verdadero anhelo de cada uno para encontrar el significado profundo de la vida.
Frases para tener en cuenta
- Manténgase el mayor tiempo posible sereno. No puede permitir que su estado de ánimo se altere, ni por el mundo exterior ni por sus preocupaciones diarias.
- La fe suele aparecer donde menos se espera, pero de manera desafortunada flaquea donde debiera estar floreciendo. ¡Déjese asombrar por Dios y anímese a creerle!
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