¿Monterrey (México) capital mundial del vallenato?
“Monterrey (México), yo digo, es la capital mundial del vallenato y sobre todo del vallenato romántico”. Esas no son palabras menores, cuando hablamos de un género autóctono colombiano, y menos cuando el que se atreve a decirlas es un vallenatero con más de tres décadas de carrera como Luis Miguel Fuentes. Pero él no está hablando por hablar, los mexicanos se están ganando ese reconocimiento a pulso.
No es un hecho aislado que hace pocos días, en una visita que nos hicieron en la sala de redacción Los Dos Carnales, cantantes mexicanos del género regional, nos contaran que sus artistas colombianos favoritos son Jorge Oñate, Jorge Celedón, Álex Manga y Diomedes Díaz. Como ellos, muchos mexicanos y, especialmente, los que viven en Monterrey, Nuevo León, se desviven por los acordeones, las letras románticas y las voces afinadas del vallenato colombiano.
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“La primera vez que fui a México me quedé aterrado, porque allá el vallenato gusta y no es como cuando uno va a Europa, que le va a tocar a la colonia. No, allá es la gente directamente mexicana y uno llega y se saben la historia a la perfección, ellos saben más de vallenato que en Colombia”, afirmó el intérprete de ‘Mi felicidad’, quien admite que se queda sorprendido cuando pisa un aeropuerto mexicano porque lo llenan de regalos y elogios.
Hebert Vargas, otro de los grandes exponentes del vallenato romántico, no dista mucho del concepto de Luis Miguel Fuentes, porque él considera que “Monterrey es la ciudad 120 % vallenatera”. Es más, dijo que “esa ciudad está colapsada de vallenato. Donde tú vas, escuchas y escuchas las canciones”.
Un estilo de vida…
Perla Noriega es una mexicana de 33 años que desde los 12 ha escuchado vallenato. Vive en Monterrey y recuerda, como si fuera ayer, que su vecina ponía vallenatos todo el día, por lo que ella se empezó a interesar en Los Gigantes, Nelson Velásquez y el Binomio. Después encontró un canal donde ponían videos musicales 24 horas y ahí pudo reconocer los rostros de esos colombianos que le encantaba escuchar.
Fue creciendo y el gusto por el vallenato la llevó a La Fe Music Hall de Monterrey, una especie de centro convenciones donde “hacían bailes masivos viernes y sábado y traían grupos vallenatos como Los Gigantes, Erick Escobar, Nelson Velásquez y llegó a cantar Diomedes Díaz, en eventos de 22 mil personas”, nos contó en una entrevista telefónica, desde su tierra natal.
Resulta que cuando Hebert Vargas dejó Los Gigantes, Perla le siguió la pista y se lo tomó muy en serio: “Mi gusto por la música de él se incrementó tanto, que yo misma quemaba sus canciones en un disco y me iba a las emisoras a dejar los discos, porque acá se casaban más que todo con las agrupaciones, no tanto con los solistas”, detalló.
Hace 10 años creó el club de fans oficial de Hebert Vargas en México, una pasión que se ha convertido en un estilo de vida, porque Perla divide su tiempo entre ser niñera y liderar el grupo de 47 personas que siguen la carrera del vallenatero.
“Nosotros tenemos una preparación constante para estar listos cuando vaya a venir Hebert y poder ir a verlo con playeras (camisetas), gorras y hacerle la bienvenida en el aeropuerto. Nosotros compramos boletos de primera fila, llevamos regalos para Hebert y toda la agrupación o si se presenta en otra ciudad, rentamos camioneta para ir hasta allá”, detalló la aficionada mexicana.
Y en este punto de la historia hay que hacer énfasis en los regalos, porque el mismo Hebert Vargas nos dijo que él llega con una maleta a México y se regresa con tres por la cantidad de obsequios que recibe él y todo el que lo rodea.
“Desde el que maneja las luces, hasta el que canta, recibe regalos. Le mandamos regalo hasta a la mamá. A veces no viene la agrupación completa, pero se les manda su regalo”, dijo Perla.
No es solo una particularidad que suceda con Hebert Vargas, porque a cada vallenatero que llega a Monterrey lo hacen sentir especial: “Por ejemplo, en el caso de Daniel Calderón y Los Gigantes del Vallenato conocen músico por músico y si llega a faltar el de la guacharaca preguntan: ‘Oye, ¿qué pasó con Yeison?’”, nos detalló el productor y compositor Iván Calderón.
Y ojo al dato, porque para eso, los clubes de fans en México se organizan monetariamente. Por ejemplo, en el club de Hebert cada integrante ahorra 100 pesos mexicanos semanales, que son aproximadamente $24.000 colombianos, para tener fondos suficientes al momento de que vaya el artista. “Él estuvo en junio y puede volver en 6 o 10 meses, pero en ese tiempo, nosotros vamos juntando dinero (…) siempre mi lema es que lo que hacemos es para apoyar al artista, todo lo de nosotros es a base de nuestro esfuerzo”, recalcó Perla.
Un gusto de dos décadas
Aunque era muy joven, Perla recuerda que el vallenato se empezó a pegar en la calle y especialmente en los ambientes populares, aunque hoy en día el gusto por ese género no distingue clases sociales.
“Acá en México nosotros le llamamos colonias a los barrios y empezó una época en la que el vallenato se metió en esos lugares, de forma impresionante. En todas las colonias escuchaban vallenato todo el día”, dijo la fanática.
Hebert Vargas tiene un poco más de claridad sobre cómo inició el fenómeno: “En un tiempo empezaron a llegar trabajos musicales, sin que existieran las redes sociales, pero llegaban los discos de fin de año. Resulta que los éxitos que permanecían vigentes todo el año, les metían esos trabajos. Luego, los discos llegaban a estaciones radiales y discotiendas, por lo que empezó a meterse el vallenato por ese lado hace más de 20 años”.
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Y lo que empezó como una moda que fue calando en las calles, se ha convertido en un movimiento imparable que llena constantemente la Arena Monterrey con 22.000 asistentes. Incluso hacen festivales vallenatos que son más masivos porque los realizan en la Explanada de la Arena Monterrey y ahí caben hasta 60.000 personas.
El pasado marzo hubo uno de esos festivales con 19 agrupaciones vallenatas de Colombia, que se presentaron un viernes y un sábado. El primer día llegaron aproximadamente 40 mil asistentes y el segundo día, 50 mil. Pero si eso es impactante, lo es aún más el dato de cuánto llegan a pagar por una boleta: una sola entrada puede llegar a costar $2 millones colombianos.
Redacción: WENDY RESTREPO GUZMÁN
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