¿Se siente triste? Cierre los ojos y por un instante traiga a su mente la gracia inocente de un niño. Esta es una sencilla invitación a vivir sin complicarse, a caminar las calles con libertad y a no perder ni un minuto de los buenos momentos que le esperan.
Jamás un reloj deja que sus minuteros vayan hacia atrás. ¡No desaproveche sus segundos! Por tantas angustias no goza el presente y, en cambio, sí se empecina en labrar un futuro cada vez más incierto y lejano.
Se la pasa añorando un mañana que suele caer en el vacío. Por eso, piense en el pasado solo cuando necesite recordar algo bueno; goce el presente a toda hora y tenga claro que el porvenir, de manera literal, está a la ‘vuelta de la esquina’.
Y hablando de eso, ¡viaje! No sea como la ostra, que se queda refugiada bajo el techo de su casa. Elija algún destino, aunque sea una vez al mes.
Disfrute de actividades al aire libre, váyase de paseo o métase en uno de esos grupos que lideran caminatas dominicales.
¡Déjese querer! A veces convierte su vida en un absurdo muro de ladrillos y levanta barreras de cemento con los demás.
¡Comparta con la gente! ¿Cómo está tratando a los que viven cerca? ¿Ellos lo ven alegre, optimista y amable? ¿No será que parece una puerta vieja que no sabe sino chirriar amargamente?
Deje de pensar en lo malo, pare de preocuparse por todo. No importa en cuántos pedazos está partida su alma o su corazón; usted siempre podrá repararlos.
Vaya por un poco más, pero no cifre todas sus expectativas en una meta que jamás podrá cumplir.
Si ve una cana o más de un cabello blanco, no se angustie. Esta no es un rastro de que la vida se le ha ido en un segundo, sino de que hoy tiene más experiencia que ayer.
¿Cómo enfrenta su derrota?
Nunca lo haga con la cara del pesimista, ni con la del orgulloso. Enfrente ese traspié con la cabeza erguida y con la mirada al frente. Nunca llueve tanto como después de que el sol ha sido muy intenso. Triunfante no es quien nunca ha recibido derrota, sino quien jamás se declara fracasado.
¡Tampoco sea necio!
La necedad es como el ciego que aparenta ver y le cuenta a todo el mundo que él distingue la claridad más que los demás.
Así que no se la pase diciendo o haciendo tonterías, porque entre más testarudo sea, más grande será su ramplonería.
Pídale a Dios que le permita aceptar las cosas que no pueda modificar. Lo demás vendrá a su debido tiempo. Viva en la presencia de nuestro Creador y tenga fe en Él. Sepa que de todo lo que haga, tendrá que rendirle cuentas al Todopoderoso.
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