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Foto: Colprensa
La Fe en Dios nace en nuestro corazón
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Q’HUBO le trae una reflexión para que pueda volver sentir la Fe en Dios en su corazón.

Los complicados momentos que vivimos hacen que muchos pierdan la fe. Eso es relativamente ‘normal’, no solo porque la gente vive con angustia sino también porque la crisis económica, la inestabilidad laboral y la inconformidad social atentan contra la espiritualidad.

El miedo y la incertidumbre palpitan en el aire que respiramos; y esas dos sensaciones se dibujan en las miradas y se sienten en las actitudes y en los gestos de todos. ¡Muchas veces no encontramos asustados!

La fortaleza en la que nos creíamos seguros se ha tornado en debilidad: hay grietas en nuestra cotidianidad y nos sentimos vulnerables.

La época actual nos insta a desafiar a la adversidad y a ir más allá del dolor, para reflexionar sobre el sentido profundo de estas duras etapas.

No podemos dejar de buscar la protección y la fortaleza en Dios en momentos difíciles. No importa en dónde estemos ni la religión en la que nos hayamos inscritos, debemos volver a la fe.

Eso implica discernir cómo Dios se hace presente en los acontecimientos. Todo aquel que se acerque al Creador o que se haya relacionado con Él por la oración, sabe que se puede confiar en Él en medio de nuestras angustias y temores.

Más allá de la posición en la que nos encontremos, nos corresponde ser resilientes y resurgir de entre las cenizas.

Si densas tinieblas cubren la cotidianidad, no podemos permitir que la desesperanza se vaya adueñando de nosotros.

La Fe en Dios nace en nuestro corazón Los complicados momentos que vivimos hacen que muchos pierdan la fe. Eso es relativamente ‘normal’, no solo porque la gente vive con angustia sino también porque la crisis económica, la inestabilidad laboral y la inconformidad social atentan contra la espiritualidad.
Foto: Colprensa

El silencio aterrador y los vacíos desoladores que paralizan nuestra existencia deben ser derrotados. Nos corresponde llegar a lo más profundo de nuestro corazón, para darle un sentido a la vida y una razón de ser.

Por fortuna, muchas personas han entendido su papel en el momento actual y, tras lo ocurrido en la pandemia, han dado buenos ejemplos de superación y de solidaridad.

De hecho, muchos ciudadanos, entre ellos los médicos, los sacerdotes, los labriegos y los empresarios, entre otros que veíamos a veces refugiados en sus propios intereses, volcaron sus esfuerzos para combatir esta crisis a través del acompañamiento a la gente y con iniciativas destinadas, en especial, a auxiliar a aquellas personas que sufrieron y sufren los efectos de esta emergencia social.

Al igual que ellos, nosotros debemos hacer algo para no dejarnos obnubilar por la
situación. Al mismo tiempo podemos buscar un mensaje de serenidad y tranquilidad.

Hoy, más que nunca, tenemos la oportunidad de levantarnos y de recuperar la confianza en nosotros mismos para mirar hacia el frente, incluso por encima de las problemáticas que día a día padecemos.

¿Cómo lograrlo?

Simplemente orientemos nuestra fe y recordemos cómo ha obrado el Señor en nuestra vida en situaciones anteriores.

Su poder es el mismo hoy que ayer y lo será por siempre; además podemos estar seguros de que su amor por nosotros no ha disminuido.

Quienes confiamos en Él, sabemos que seremos sostenidos y ayudados; y que nada de lo que pueda sucedernos se escapará nunca de sus manos.

Sigamos cultivando la fe, la cual yace y brilla desde nuestro propio corazón.

Reflexiones cortas

  • Entre más lo envidien, más cosas le dará Dios; y entre más le deseen el mal, el Señor lo colmará de grandes bendiciones. La indiferencia es la mejor estrategia frente a la envidia.
  • Cuando uno extraña un lugar en el que estuvo, no añora el sitio en sí, sino todo lo que vivió allí. No se extrañan las locaciones, se recuerdan los sentires
    y los momentos.
  • Si hablarles con cariño a las plantas les ayuda a
    crecer, imagínese lo que puede hacer ese buen trato con los hijos, con nuestros amores y en general con la humanidad.
  • Si hace algo bueno en favor de otros se sana a usted mismo. Y es que una dosis de altruismo es una cura espiritual. La solidaridad es una gran vitamina para el alma.

Rdacción: EUCLIDES KILÔ ARDILA

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