Cada vez menos negocios sienten interés de seguir vendiendo el tamal, la deliciosa comida típica presente en todas las regiones del país (con algunas variaciones), y que suele estar en la mesa de los hogares colombianos, sobre todo, los fines de semana.

Son millones de familias las que dependen del negocio del tamal, desde los que venden los insumos como las hojas o las carnes, pasando por las miles de fábricas familiares regadas en las principales ciudades del país, así como las panaderías que los venden.

Dura crisis por las hojas del tamal

¿Qué sería del tamal sin su envoltura típica? Seguramente no lo sabe, pero normalmente esta comida, así como las hayacas, bollos y pasteles se envuelve en hojas de bijao, una planta que crece en tierra caliente, generalmente en el Tolima, Santander, Huila, Antioquia y Córdoba, pero que últimamente está escaseando sin que hasta el momento se sepa por qué. Una situación que llevó a Víctor (que vivía de este) a cerrar su negocio hace seis meses:

“yo antes tenía una bodega donde vendía hojas de plátano y bijao para tamal, pero tuve que cerrar porque los precios se dispararon y un bulto ya costaba entre $80.000 y 100.000, en esa época se disparó mucho por la crisis del transporte y el invierno”.

Anteriormente, el bulto podía comprarse a $65.000 en ciudades como Bogotá, Cali y Bucaramanga.

Fabricar el tama ya no es negocio

El tema de la hoja resulta bien complicado. César Augusto Santoya lleva varios años con su fábrica de tamales y lechona ‘Don Augusto’ y asegura que la situación que viven hoy pequeños negocios familiares como el suyo no se había visto antes de la pandemia:

“antes un atado de 50 hojas valía $10 – $12 mil pesos, ya ahora no lo rebajan de $20.000, y eso que no ha llegado diciembre que es cuando se pone más caro y nada raro que le suban a $40.000. Las ventas están muy bajitas porque todo está caro (ver tabla), antes de la pandemia fabricaba a la semana por lo menos 250 tamales para vender en la zona en la que trabajo, pero ahora fabrico mucho menos, la mitad”, dice él.

Ya no es tan rentable…

Empresarios como don César Augusto han hecho todo lo posible por darle la mano a las panaderías para poder vender el tamal a buen precio, pero es imposible trabajar a pérdida.

Tal es el caso de Nicolás Zapata, dueño del restaurante ‘La Pochis’, quien dice que su negocio se ha visto afectado “porque nosotros vendemos el tamal a cierto precio y de un momento a otro nos toca subirle $1.000 de un fin de semana al otro, y la gente se queja y pega el salto.

Más o menos desde junio hasta hoy, el proveedor nos ha subido el precio en $1.200 (42,8%) y por eso nosotros antes comprábamos unos 200 tamales, ya hoy compramos unos 100-120”.

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