Una cadena de oración no detiene lo inevitable; sin embargo, sí nos da fortaleza y nos permite ver con más claridad lo que nos sucede. Ella siempre es buena, sobre todo porque nos ayuda a acercarnos a Dios y a encontrar serenidad en medio de una situación difícil.
Al orar, siempre que lo hagamos con fe y con respeto, nos entregamos a la Voluntad del Creador ante cualquier situación y eso hace que obremos, pensemos y actuemos bien. Por eso, siempre que enfrentemos alguna adversidad encontraremos en la invocación divina un bálsamo.
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Ella será esa palabra de aliento que, en el instante preciso, nos dará la capacidad de discernir lo que debemos hacer ante un duro momento. También nos ayuda a desvanecer nuestros pensamientos negativos y, de esta forma, accedemos al cultivo de la esperanza.
Las propias Sagradas Escrituras nos dictan, a través del Libro de Filipenses, que este diálogo con Dios es un antídoto contra un mal muy común en nuestros tiempos: la ansiedad. Obvio que orar también es un medio efectivo para despertar nuestra emoción espiritual y experimentar la Presencia de Dios en nuestra existencia.
La esencia de ese momento de paz consiste en aceptar los designios del Señor, confiar en sus determinaciones y llenarnos de fortaleza.
Dios espera que pidamos y que lo hagamos en el nombre de Jesús. No es pedir todo lo que se nos antoje o por nuestros caprichos, sino estar de acuerdo con su deseo para nosotros y para que Él sea glorificado en nuestras vidas.
Dicen que las frases celestiales hacen parte de la armadura espiritual que Dios nos da. Pronunciarlas es un privilegio; además, ellas son vitaminas y se convierten en las herramientas para que podamos estar en comunión con su orden divina, sobre todo cuando la aflicción toque a nuestra puerta.
La página Q’HUBO del Alma de hoy es una invitación a mirar siempre hacia delante, con fe y devoción. La propuesta consiste en mantener una actitud propositiva y la debida resiliencia durante la tormenta.
Y para que me entiendan, les doy el siguiente ejemplo: Cuando alguien es sorprendido en la calle por un aguacero, tiene dos opciones: o corre de prisa o se ubica justo debajo de un tejado. En los dos casos, se mojará, mucho o poquito, pero igual de las gotas no se salvará.
Si estamos preparados mentalmente para la idea de soportar la lluvia y hasta bailar al ritmo de las gotas, no nos contrariaría tanto la idea de una borrasca. Dicho de una forma más directa: nos conviene estar preparados para enfrentar las duras etapas de la vida e, incluso, así hasta podríamos sacarle provecho a cualquier temporada.
También les dejo esta sana reflexión: quienes deciden vivir bien deben ayudar a que los demás también vivan de una manera feliz. Ojo: el valor de una vida se mide por las vidas que se tocan.
Por último, le sugiero que comparta la siguiente oración que, a mi manera de sentir, lo reconfortará. La plegaria reza así:
Dios, pongo en tus manos mi vida y mis angustias. Permite que todo lo que me ocurra, así a mí me parezca ‘malo’, tenga una razón valiosa para que suceda.
Permíteme vivir de acuerdo con tu voluntad y entender que soy capaz de sobreponerme a la adversidad.
Calma mi mente y dale fortaleza a mi corazón para que siga latiendo y pueda responder con amor, en lugar de reaccionar con miedo. Amén.
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Cinco verdades
- Nacer es un milagro.
- Estar vivo es un regalo.
- Tener salud es una bendición.
- Vivir en paz es la felicidad.
- Perdonar es vivir libre.
Cuando tiene que ser es: nunca antes, nunca después. Entienda eso y la vida se le hará más liviana. Si algo es para usted, se lo guardan. Los problemas son como esas lavadoras automáticas: nos retuercen, nos dan vueltas y hasta nos exprimen. Sin embargo, al final salimos más limpios, más brillantes y mejor de cómo estábamos.
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