La sangre que corre por las venas de Rafael Santos está toda llenita de arte. ¡Y cómo no! Su papá, el inolvidable Diomedes Díaz, le dejó toda la herencia de la música vallenata, esa por la que se sigue abriendo camino y, por ahí derecho, dejando el legado a sus futuras generaciones.

Pero el nacido en Valledupar también se dejó picar por el bichito de la actuación y, como todo le gusta hacerlo bien, pues en este rol tampoco ha desentonado. Rafael ha mostrado que puede interpretar otro tipo de personajes y no solo el de cantante vallenato.

Después de hacer el papel de su papá, que por cuestión de derechos de autor se llamaba Dionisio Maestre, en ‘Rafael Orozco, el ídolo’; y luego en ‘Tarde lo conocí’, también pudo interpretar a Iván René Valenciano en ‘La Selección’.

Ahora se interpreta a sí mismo como el hermano de Martín Elías en ‘El hijo del Cacique’, la serie del canal Caracol que narra la historia del fallecido cantante vallenato.

Al artista le ha tocado, como se dice popularmente, mostrar finura, pues no ha sido fácil meterse en el papel y revivir los difíciles momentos de la partida de su papá y de su hermano.

¿Qué tiene por destacar de esta serie?

Lo importante de esta historia es contarles que la familia Díaz es pura esencia. Van a encontrar humildad, unión familiar, mucha música y de lo que todos estamos creados aquí en la familia: de arte. También van a encontrar ficción, por aquello de la comercialización.

Yo les digo a los seguidores que se guíen por el sentimiento de la novela, que no le presten mucha atención a la ficción, porque realmente los puede sacar de casillas. Pero es una historia bonita, bien contada a partir de lo que fue Martín para la familia.

¿Qué tal interpretarse a sí mismo?

Es más complicado, porque volver a vivir todo este coctel de emociones no es fácil, además de que tuve que ganarme mi propio casting. Imagínate, de 70 participantes que se presentaron, a mí me dejaron de último. Entonces me lo propuse, vi que era una nueva oportunidad para continuar con el arte de la actuación, que también me encanta, y creo que es otro don que Dios me ha enviado para mostrar de qué estoy hecho.

¿Cómo fue la preparación?

Yo no quería que llegáramos a la escena donde vi a mi papá en el cajón y a Martín también. Fueron escenas muy duras, porque volví a meterme en el papel de aquel tiempo cuando estábamos velando a mi padre y después a mi hermano, allá en Valledupar. Inclusive, yo pedía a cada momento 5 minutos para restablecer mis emociones, para volver a estar tranquilo, y luego volvía a ingresar a escena. Pero tuve la ayuda y el apoyo familiar, y el de mis compañeros de actuación.

Fue como un segundo papá para Martín Elías…

Mi vida no ha sido fácil. Yo desde niño he venido cumpliendo las labores que mi papá me encomendó para ser un hombre servible. Mi padre desde muy niño me cogió confianza, porque yo nunca le quedé mal. Me decía: “cuando yo salga de gira, tú estás encargado de la casa”. Martín era el niño, y cuando mi papá y mi mamá se separaron, a mí me tocó hacer el papel de papá.

¿Cuántos años tenía?

Yo apenas tenía 15 años, a Martín le llevo 10. Eso se lo agradezco a Dios: esa oportunidad, porque realmente maduré antes de tiempo. Yo no iba al parque a jugar sino teniendo la consideración de mi papá en lo que me pedía y siendo un muchacho responsable. Eso me ayudó para ser el hombre que hoy en día soy.

Todo hijo saca canas, ¿en qué se las sacaba Martín?

Con Martín me tocó ser papá, hermano, amigo, profesor de canto, profesor de arte… Como todo niño, muchas veces se me ponía rebelde, le decía que hiciera las tareas porque todo el tiempo estaba pendiente de su música, quería solamente ser cantante; me estaba dejando el estudio al lado y no se puede, entonces lo aconsejaba y a veces me tocaba corregirlo, darle sus nalgadas (risas).

Ahora es papá de Rafael Santos, de 16 años…

Yo tengo 22 años de estar con mi esposa. Me ha tocado como saltarme los procesos. Rafael es un cachaquito lo más de aplicado, es un muchacho al que le gusta mucho el estudio, entiende el arte, sabe qué tiene sangre musical. La mamá es una empresaria admirable, dedicada a su negocio, también de los caballos, entonces unimos ese arte de la música vallenata con los caballos y tenemos negocio acá (en Bogotá) hace muchos años que se llama restaurante ‘Mi Margarita’, y combinamos la esencia de la comida antioqueña, la música vallenata y los caballos.

¿Sigue reuniéndose con la familia en Valledupar?

Somos una familia muy unida: mi abuela -la vieja Elvira-, los hermanos de mi papá, los hermanos de mi mamá… Yo soy como la columna vertebral de la familia. En diciembre nos encontramos todos en la casa de la vieja Elvira, esa costumbre nos la dejó mi papá.

¿Lo enamoro la actuación?

¡Claro! Si me siguen llamando, así sea fiado, yo voy. Yo sé que algún día me pagan (risas).

¿En qué anda en la música?

Sigo cantando, sigo produciendo. Mi padre me ha dejado una dinastía, no solamente a mí, pero como fui el mayor, entonces me ha tocado continuarla. Tengo las herramientas suficientes, la experiencia, el apoyo y a los seguidores, que tengo que alimentar constantemente.

Precisamente acabo de estrenar canción…

Ahorita en la pandemia hice una canción que se llama ‘Promesa sagrada’, porque me puse a analizar y yo nunca había pasado tanto tiempo con mi mamá, mi esposa, mi hijo, y eso me llenó de amor y fortaleza para seguir adelante. Soy muy creyente en Dios y la Virgen del Carmen. Me dejé crecer la barba y dije: “Señor: te voy a ofrecer este sacrificio para que en esta pandemia nos llenes de vida, de salud y nos libres de todo mal’.

¿Le molesta mucho la barba?

Nunca me ha gustado porque me pica y me fastidia. Y la canción dice: “Me dejé la barba, porque Dios ya me cumplió, escuchó mi voz, una promesa sagrada y fue que cuidara mi alma, vida y corazón rodeado de amor con mi hijo y mi esposa amada…”.

¿Cuál fue ese consejo que le dio su papá y que aplica todos los días?

Tratar a las personas de acuerdo con quién se trate y de acuerdo cómo me traten. Ese consejo me lo dio a los 10 años y voy a cumplir 42 y me ha permitido tener menos errores con mis amistades y con toda la gente.

¿Se lo transmite ahora a su hijo?

Uno como artista tiene que entender que no todo el mundo se va a acercar a quererlo, pueden acercarse también a hacerle un daño, entonces por eso hay que saber con quién se trata y de acuerdo cómo te tratan, y eso también se lo transmití a mi hijo, a Martín y a todos mis hermanos.