La maleza es una espesura de vegetación que suele dañar las tierras de los cultivos. Ella entrecruza sus ramas de una manera vertiginosa e invade todo a su paso.
Muchas personas padecen algo similar, solo que a ellas es una particular ‘maleza’ la que comienza a enredarles la vida.
Hablo de la resistencia al cambio. Muchos individuos temen hacer cosas distintas y, por ese miedo, se quedan anquilosados.
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En un mundo que se mueve a un ritmo tan acelerado, quedarse quieto, resignarse y no ‘podarse’ el miedo resultan ser erradas estrategias.
Quienes deciden no cambiar, de alguna forma, se vuelven psicorrígidos y son fieles a un estilo de vida esquemático y predecible, que incluso los lleva a manipular sutilmente las situaciones con tal de no afrontar aquello que les resulta desconocido.
Nadie puede resistirse a asumir de manera positiva los cambios que les plantea la vida, so pena de terminar devorado por el tedio o por una ‘maleza rutinaria’.
La falta de valentía y la poca capacidad para contemplar los beneficios que trae consigo la renovación, obligan a la gente a ‘abandonarse entre sus propias ramas’.
Es hora de romper con la rutina, de enfrentar la cotidianidad e intentar salir de una ‘zona de confort’ que, a decir verdad, ya no resulta tan cómoda.
Aunque es normal que se experimente cierto temor hacia lo impredecible, eso no lo puede privar de enfrentar nuevas responsabilidades.
El miedo que se experimenta ante el cambio está motivado por la ansiedad.
¡Y no es para menos! La sola posibilidad de no ser capaz de responder de manera idónea a cualquier situación nueva estresa a cualquiera.
Desde el punto de vista del crecimiento personal, aferrarse a un esquema obsoleto solo conduce a una vejez prematura, al facilismo y al conformismo.
Para evitar caer en estas peligrosas actitudes es conveniente mantener una mente abierta que permita la adaptación a las nuevas condiciones y exigencias que plantean los tiempos de hoy.
Después de todo permanecer en un lugar conocido no pone a nadie a prueba. No puede seguir siendo receloso ante el futuro ni esperar un progreso si se la pasa haciendo lo mismo.
Los cambios no solo están aferrados a los tiempos modernos. La vida misma es dinámica y, tal vez sin siquiera imaginarlo, cada quien podría afrontar un traslado laboral, de pronto se ve inmerso en una crisis económica o incluso podría padecer una ruptura amorosa, en fin… Todas esas situaciones llegan con cambios súbitos e inesperados.
El cambio es más amedrentador si es ocasionado por circunstancias ajenas. Por eso hay que aprender a tomar decisiones.
Hay que aprender a analizar de una manera más objetiva y real lo que nos sucede, sin que por ello nos desesperemos.
Opciones:
Usted tiene dos alternativas: o se queda anquilosado o acude a su valentía para asumir los nuevos retos de su vida.
Le sugiero la última opción, entre otras cosas, porque con valor podrá convertir cualquier dificultad en una oportunidad para explorar mejores opciones.
Los resultados de la nueva realidad dependerán
únicamente del grado de madurez y de confianza que se tenga.
Aunque ese cambio traerá dificultades, también le dará dominio propio, determinación y, sobre todo, evitará que la
situación se le salga de las manos.
En todo esto necesariamente hay que tener la disposición para ‘podar’ los temores y acabar con su ‘maleza’. Porque si no la corta, ella podrá devorarlo.
Es hora de adaptarse a este mundo que, si no se ha dado cuenta, no se cansa de girar una y otra vez.
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